Calleja ha demostrado que los sueños se cumplen… eso sí, si tienes dinero, claro. Es innegable que ir al espacio es un capricho de ricos que cuesta más de un millón de euros. ¡Ojalá tenerlos para vivir la mayor experiencia de su vida! Porque debe de ser lo más alucinante que haya hecho. Ojalá tener esa oportunidad; me daría igual lo que costase, yo lo haría. Y esto no es una crítica ni a Calleja ni al sistema, sino a cómo han mostrado las imágenes en televisión.
El martes 25 de febrero, Calleja salió al espacio y Telecinco decidió hacer un especial, pero bien podrían habérselo ahorrado. Lo que faltó en ese programa fue emoción y sentimiento, algo que se pierde cuando la televisión se vuelve aséptica. Pusieron a expertos en la materia, pero era obvio que también faltaban personajes. Es cierto que Telecinco ahora mismo carece de figuras carismáticas, pero un Montoya habría venido de lujo para darle calor a ese gran vacío que había. No solo el plató era frío, sino que los presentadores no tenían conexión alguna. El protagonismo de uno invalidaba al otro. A veces, para hacer especiales, hay que contar con personas especiales, y a Telecinco le quedan pocas.
Tuvo que entrar Mercedes Milá para recordarles que había un plató sin magia y unas imágenes vacías que no transmitían nada. Pero claro, si los colaboradores y presentadores no pueden expresar nada más que señalar y decir “ahí está”, la emoción se diluye. Porque para hablar de sentimientos hay que tenerlos.
Muchas bromas y mucho espectáculo, pero sin emoción la televisión se apaga. Tuvieron la suerte de que este gran hito interesaba por sí solo, pero en otra época habríamos tenido a Paz Padilla haciendo chistes de cohetes, a Lydia Lozano llorando y a Belén Esteban cantando “¡Viva España!” a la llegada de Calleja. Porque la emoción española es eso: orgullo, cachondeo, risas y lágrimas. Y ahora, a la televisión le falta eso.

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