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Me va a dar un parraque.

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Antes veía la tele por costumbre, especialmente Telecinco. Ahora ya no, me han perdido. Es normal que, si tienes puesta una cadena todo el día, termines viendo sus programas, te gusten o no. Pero cuando dejas de verla a diario, esos mismos programas que antes seguías casi por inercia, al verlos de pasada, te parecen vergonzosos.

Me paro a pensar y recuerdo que dejé de ver Telecinco cuando emitieron el último programa de El Debate. Aunque, en realidad, ya antes había empezado a alejarme porque las tardes se habían vuelto un aburrimiento.

Si lo pienso bien, las mañanas también me aburrían. Me gustaba más Ya es mediodía que El programa de Ana Rosa, porque era un resumen del segundo. Aunque compartían plató y productora, Ya es mediodía me parecía mejor, porque en una hora y media te contaban lo importante del día en todos los aspectos de la sociedad, sin necesidad de un debate eterno de cinco horas. Ahora las mañanas son un caos descontrolado y aburrido. Sobre los presentadores, mejor ni comento, porque les falta algo esencial: entender que la gente quiere comunicadores con personalidad, no cuentacuentos.

Las tardes… bueno, han cambiado tanto en un año y medio, con un total de seis cambios de programa, que han terminado con una media de audiencia por debajo del 10%. Ahora empiezan a remontar, pero no demasiado. Jorge es un presentador con carácter y carisma, pero el formato depende más del entrevistado que de él.

Gran Hermano se ha convertido en un aburrimiento, y Supervivientes es un caso aparte. A ver qué pasa esta edición. El único rayo de sol es La isla de las tentaciones.

La gente ve una cadena por costumbre, no por gusto.

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