El nuevo remake de Blancanieves, producido por Disney en su cruzada por reinventar sus clásicos animados en acción real, intenta actualizar el cuento de hadas para una audiencia contemporánea. Sin embargo, en su esfuerzo por modernizar la historia, la película pierde gran parte del encanto que convirtió al filme original de 1937 en una obra maestra atemporal.
Visualmente, la película es impecable. Los efectos especiales son deslumbrantes, y la ambientación del bosque encantado está cuidadosamente diseñada para parecerse a un cuento de hadas realista. La dirección de arte, aunque algo saturada en ocasiones, logra momentos memorables. Sin embargo, la estética visual no es suficiente para compensar las carencias narrativas.

La actriz principal, en el papel de Blancanieves, ofrece una actuación sólida, aunque a ratos distante. El guion busca alejarse de la imagen pasiva de la princesa clásica, proponiendo una protagonista empoderada. Aunque esta intención es loable, el desarrollo del personaje se siente forzado y poco natural. La Blancanieves de este remake quiere ser una líder, pero sin un arco narrativo convincente que respalde su transformación.
Uno de los mayores problemas radica en el tono de la película: oscila entre lo solemne y lo irónicamente autoconciente, sin comprometerse con ninguno. En consecuencia, se pierde el sentido de maravilla y simplicidad que definía al original. Además, el guion reescribe a los Siete Enanitos como un grupo diverso de personajes mágicos que, aunque bien intencionado, carece de la química y el carisma del elenco original.
El villano, interpretado por una actriz de renombre, se siente desaprovechado. Su Reina Malvada tiene momentos intensos, pero su historia carece de la profundidad o amenaza necesarias para ser memorable. El espejo mágico, símbolo icónico del cuento, se convierte en una herramienta narrativa superficial.
En su búsqueda de relevancia y corrección política, el remake de Blancanieves pierde de vista la esencia del cuento: la lucha entre la inocencia y la vanidad, la belleza exterior frente a la interior. El resultado es una película técnicamente competente, pero emocionalmente hueca.
Disney sigue demostrando que puede rehacer sus clásicos con brillo, pero aún le cuesta recrear su alma. Blancanieves merecía una revisión más honesta, una que respetara tanto sus raíces como a su audiencia.
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